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El cuadro

El cuadro.

Nelson quería llegar a ser ladrón profesional. Tras haber pasado la mayoría de los años de su vida en varios reformatorios, había encontrado su vocación una tarde cualquiera, en un lugar cualquiera. La experiencia del robo le satisfizo de tal forma que decidió que aquello valía la pena, sintió la adrenalina antes de cometer el crimen y la gran sensación de victoria cuando tuvo el botín en sus manos.
Se había metido en líos, algunos de ellos bastantes serios, todo por querer trabajar para gente importante dentro del mundillo criminal del hurto. Más de una vez le habían “visitado” personas, a las que nadie espera recibir en su casa, y le habían dejado el cuerpo amoratado durante una larga temporada. Pese a todo, el seguía por el camino fácil de la vida con su lema por bandera; “Si lo quieres, tómalo”.
Se jactaba de haber perpetrado atracos importantes en sitios lujosos, también de haber matado a más de una persona. Muchas eran las cosas que decía y que se decían de el, pero en el fondo, todo aquello era pura fachada, una mentira más en su larga lista personal. El sabia de sobra, aunque jamás lo reconociera, que era un ladrón mediocre que se tenia que conformar con pequeños golpes a gente de avanzada edad que no oponían resistencia alguna.
Aquella noche tenía compañía, un par de chavales que había reclutado en uno de los barrios más marginales de la ciudad. Deseaba tener fama y respeto, de modo que pensaba que lo mejor era hacer ver que tenia gente trabajando para el.
Hacia calor, así que no les quedo más remedio que bajar las ventanillas del coche, un destartalado Renault que había adquirido como pago por realizar un encargo.
-¡Joder que calor! ¿Cuándo coño vamos a entrar?- El que había hablado era un crío de unos 16 años que se había presentado como David. Junto a el, estaba otro chico de color al que llamaban “el Africano”, este parecía un poco mas mayor que el anterior, pero no era posible saberlo ya que no sabia hablar español.
Cuando los había encontrado, ambos estaban intentando entrar en un bajo de una de las casas del barrio, su intención era buscar emociones fuertes y si allí había algo de valor, pues quedarse con ello. Nelson se había acercado a ellos sigilosamente (en la penumbra no le fue difícil) y se había identificado como un policía, lo que hizo que literalmente se cagaran encima. Después, tras haberse reído de ellos un buen rato, les propuso un trabajo que ambos aceptaron, eso si, el Africano no dijo nada, solo se limito a asentir mientras miraba a su compañero.
-¡Cierra la bocaza! El viejo esta a punto de salir, ¿o no lo ves?- Contestó Nelson mientras miraba por la ventanilla abierta. Una suave brisa se había levantado, lo que hizo que el ambiente refrescara un poco.
-Tío, yo no veo una mierda, este barrio es una puta mierda también. ¿Qué se supone que tiene el puto carcamal ese en su tienda? ¡Joder!, solamente es un jodido viejo lisiado que vende cosas raras.
Nelson se giró y miró directamente a los ojos a David procurando que su mirada fuera la más intimadatoria posible. Como suponía, causo efecto en ambos. David se removió inquieto en el asiento mientras que el africano intentaba desviar la mirada sin conseguirlo.
-Como alguno de los dos, ignorantes gilipollas, me cuestionéis, os abriré en canal y echare vuestras tripas al río.- Mientras hablaba, blandía una navaja tallada cuya hoja emitió un destello con el reflejo de la luz de una de las farolas. Sintiendo la satisfacción de ver como ambos le miraban asustados, volvió a colocarse en el asiento de nuevo.
Quince minutos más tarde, el viejo anticuario salio de su tienda, la noche y las mortecinas luces de las farolas hacia que su cuerpo fuera una sombra etérea haciendo que pareciese que flotase en vez de caminar.
Cuando el viejo se hubo alejado lo suficiente, Nelson ordeno a sus compinches que se bajaran del coche. Mientras los tres caminaban furtivamente, evitando cualquier luz que pudiera delatar su presencia, Nelson miraba la calle una y otra vez en busca de alguna actividad. No encontró nada que perturbase la calma nocturna.
Llegaron a la puerta de la tienda, un destartalado rótulo anunciaba algo que no pudieron llegar a leer, tal era su deterioro.
-¿Y ahora?- David preguntó con un susurro.
-Calla la puta boca, como nos oigan te arranco la cabeza.- Nelson volvió a mirar a David directamente a los ojos y este desvió la mirada al suelo.
Necesitó diez minutos para forzar la cerradura de la tienda, como suponía, el viejo cabron no se había molestado en comprar una cerradura decente. Al entrar, encendieron una pequeña lámpara que había en una repisa y descubrieron que la tienda era bastante modesta. Un pequeño mostrador separaba el recibidor donde se encontraban, de las estanterías que contenían un gran numero de objetos a cada cual mas extraño. Recipientes con piedras, animales disecados, juguetes de épocas pasadas, latas, maderas talladas, cuencos de barro de algún lugar perdido…., y un largo etcétera. Cantidad de cosas extrañas, pero ni rastro de una caja registradora o similar. Buscaron tras el mostrador, miraron en las estanterías, pero no hallaron nada.
-Por aquí.- Nelson guió a sus pupilos por una puerta situada en el frontal de la entrada. Mientras caminaba, tuvo que apartar varios artilugios tirados de cualquier manera en el suelo, desde luego el viejo no perdía el tiempo colocando las cosas. La puerta estaba cerrada con llave. Sacó de nuevo su juego de ganzúas y comenzó a trabajar con la cerradura, mientras, David y el Africano le miraban fascinados.
-Quizás si esto sale bien.- Decía mientras giraba las ganzúas. – Os aprenda.-
La puerta cedió y entraron en una sala mas grande, lo que debía de ser el almacén, iluminado por una tenue luz procedente de un par de fluorescentes colocados en el techo. Nelson supuso que el viejo dejaba deliberadamente la luz encendida para ahuyentar así a los ladrones. No pudo evitar reírse.
Allí también había multitud de objetos tirados por todos lados, una pequeña mesa circular situada en el centro de la estancia, contenía varios pergaminos amarillentos. Había también dibujos hechos al óleo, curiosamente todos colocados con cuidado.
-¡Joder con el viejo! No coloca una mierda de todo esto y sin embargo tiene toda esta porquería aquí apilada y en orden.- David miraba los diferentes cuadros pintados a mano, aunque en su ignorancia, no tenia ni idea de que significaban todos aquellos trazos.
-Eso es lo que estoy buscando.- Nelson sonreía mientras sus ojos se posaban en uno de los cuadros que había. Este era diferente, no por el hecho de estar pintado de alguna manera especial, o por algún detalle que revelara su importancia. Lo que le hacia diferente, era que estaba colgado en la pared mas apartada de la sala y era custodiado por unos barrotes, verticales y horizontales, colocados en un semicírculo hacia dicha pared formando una jaula e impidiendo así que alguien se acercase a el. Nelson posó sus manos en los barrotes y un recuerdo referente a una estancia en uno de los orfanatos, paso de forma fugaz por su mente. Sacudió la cabeza y comenzó a tantear cada uno de los barrotes en busca de alguna hendidura donde encajara alguna llave.
David y el Africano veían como Nelson examinaba los barrotes uno a uno, aunque eso no era lo que mas les llamaba la atención. Desde esa distancia, podían ver el cuadro con más detalle. Aunque era un óleo bastante viejo, en el podían distinguir lo que parecía ser una escena de un cementerio. Una procesión de encapuchados llevaba un ataúd abierto donde no se llegaba ver el interior. La escena era muy perturbadora. David se acerco un poco más y distinguió también unas pequeñas manos blancas saliendo de la tierra que pisaban los encapuchados. La luna estaba pintada de un rojo sangre y había hombres crucificados cuyos cuerpos eran devorados por una especie de Demonios con alas.
En un plano mas alejado, había un grupo de hombres que parecían estar profanando una de las tumbas. Estaban tan absortos en su tarea que no veían acercarse a la procesión que ya estaba cerca de ellos.
-¡Aquí!- La voz de Nelson despertó a David de su estado casi hipnótico, parecía como si el cuadro ejerciera una terrible fuerza sobre el. Miró a su amigo, y vio como este murmuraba algo que no llegó a comprender. Sus ojos estaban abiertos como platos y miraba directamente hacia el cuadro. A David le pareció que el Africano estaba temblando.
El sonido de un chasquido resonó en la sala y Nelson se levantó triunfante. Una sección de los barrotes se abrió, dejando una pequeña abertura lo suficiente amplia para poder pasar.
-¡Viejo cabron!, había colocado una cerradura oculta en este barrote.- Dijo mientras daba un puntapié. –Justo aquí. Ahora vamos a bajar ese cuadro y llevárnoslo. Si está tan protegido, solo significa que tiene un gran valor. ¡Venid aquí!-
David no quería entrar allí, no sabia porque, pero algo le decía que no debía de hacerlo.
-¿Qué cojones os pasa a vosotros? ¡Venga!, venid a ayudarme. Este cabron debe de pesar un huevo.- Dijo mientras se acercaba al cuadro. Pasó la mano por el marco y vio que era macizo, plata u oro. Sólo con eso ya se sacaría una buena pasta. -Vamos par de vagos, ¡esto es de oro! ¿Sabéis cuanto podemos sacar? No podéis ni imaginarlo.-
Una vez más, como pasa la mayoría de las veces, la codicia nubla la mente de los hombres. David sonrió y dio un golpe a su compañero, éste se sobresaltó.
-Venga tío, vamos a ayudarle, ya le has oído; ¡oro!-
El africano asintió lentamente, pero sus ojos se posaron de nuevo en el cuadro, al ver que David echaba a andar hacia Nelson, el también lo hizo.
-A ver tú, ¡mírame coño!- El Africano se sobresaltó de nuevo cuando Nelson le hablo. -Sujeta el cuadro por debajo, mientras, David y yo lo intentamos descolgar.-
El africano se situó delante del cuadro, las pinceladas allí dadas parecían moverse ahora que estaba tan cerca.
-A la de tres tiramos de él. Uno…….. Dos………… ¡TRES!-
Todos cayeron hacia atrás. Nelson sintió el frio barro en su cara y también el lodo bajo sus pies. Habían abierto una tumba, dentro, el cadáver en descomposición de un hombre de mediana edad les daba la bienvenida.
Los tres se miraron incrédulos, empapados de la cabeza a los pies pues una lluvia fina hacia acto de presencia.
-¿Pero que coño…..?- Exclamó David.
-¡Calla!- Susurro Nelson.
Oyeron murmullos mezclados con el sonido de la lluvia, no llegaban a entender lo que decían, pero tras un rato de silencio, se hicieron audibles.
-Per Signum Crucis, de inimicis nostris liberanos, Deus noster. In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti. Amen.
Las voces no parecían terrenales, mas bien eran un coro de gargantas infrahumanas las que escupían las letanías.
-Sancta María. Ora pro nobis.
-Sancta Dei Génetrix. Ora pro nobis
-Sancta Virgo vírginum. Ora pro nobis
Las letanías empezaron a mezclarse con sonoras risotadas y las voces comenzaron a distorsionarse por completo.
-La…..la…..voz del……Diablo.- Dijo el Africano mientras se hacia un ovillo en el suelo.
-¡Joder, joder, joder! ¿Pero que ha pasado? ¿Dónde estamos?- Nelson miraba hacia arriba, la única salida era escalando por la pared ya que estaban en lo que parecía las entrañas de una tumba. Sin dudarlo, empezó a impulsarse hasta que sus manos se aferraron al borde de la abertura. Con gran esfuerzo logro salir afuera.
-Mater invioláta. Ora pro nobis
-¡MATER INTERMERÁTA! ¡ORA PRO NOBIS!
-¡MATER INMACULÁTA! ¡ORA PRO NOBIS!
Las voces eran ahora estridentes, desgarradoras. Se oían truenos, tañidos de campanas, risotadas, y un largo etcétera de sonidos infernales.
-¡SÁCAME DE AQUÍ!- David intentaba alcanzar la superficie sin éxito. De pronto sintió que algo le rozaba los pies, al bajar la vista, descubrió unas pequeñas manos saliendo de la tierra removida. El Africano gritaba desesperadamente en su idioma, se había levantado del suelo e intentaba trepar por la resbaladiza pared de forma desesperada.
-¡¿QUIERES REZAR CON NOSOTRAS?! – Las cabezas de dos niñas asomaron del suelo, tenían los ojos negros como la obsidiana y una mirada de pura maldad. Sus bocas eran dos rasgaduras en la piel y al hablar dejaron al descubierto dos filas de dientes puntiagudos. Su tez espectral era blanquecina, como si una fina capa nebulosa la cubriera. Con movimientos espasmódicos, sacaron sus cuerpos de la tierra. Llevaban vestidos que en su día parecían haber sido blancos, pero ahora estaban mugrientos y manchados de barro. Abrieron sus grotescas bocas y chillaron.
Nelson veía a las dos niñas allí abajo, ambas parecían haber salido de las profundidades del Infierno. El Africano resbaló al intentar alcanzar la superficie de la tumba y en su caída, quedo a merced de ellas.
-¡QUE DIOS NOS PERDONE!- Ambas se rieron con maldad mientras sus manos se posaron en el cuerpo del chico.
David no quería mirar, los gritos de su amigo le hicieron impulsarse con más fuerza aun hacia la superficie. Allí arriba veía al idiota de Nelson, estaba ido, no podía dejar de mirar hacia el pozo donde estaban.
-¡¡¡AYUDAMEEEEEE!!!- David gritaba, pero sus palabras apenas eran audibles.
Las dos niñas estaban desgarrando el cuerpo del Africano, con unas uñas como cuchillas, le habían abierto surcos en las piernas, parecían buscar infligir un sufrimiento sin fin. Los gritos que proliferaba el chico, era lo que mas asustaba a Nelson, aun así, no podía apartar la vista de allí. Su mente no admitía lo que veía, estaba paralizado de puro terror, miles de preguntas se agolpaban en sus incoherentes pensamientos.
-¡TU VAS DETRÁS, TU VAS DETRÁS, TU VAS DETRÁS!- Ambas miraban hacia David mientras hundían sus manos en la carne del Africano. De sus bocas rezumaba la sangre que habían consumido al morder el cuerpo moribundo de su amigo.
David logró aferrarse a la superficie, al levantar la vista, vio como un enorme Demonio alado se acercaba a Nelson por detrás. Este estaba tan absorto en el macabro espectáculo que no se dio cuenta de ello hasta que fue demasiado tarde.
-¡VAS SPIRITUÁLE! ¡ORA PRO NOBIS!
– ¡VAS HONORÁBILE! ¡ORA PRO NOBIS!
Nelson fue alzado del suelo por la infernal aparición. Gritando, cayo unos metros mas allá, y su cuerpo se estrelló contra una de las muchas tumbas. Sin darle tregua alguna, el Demonio alado se ensaño con el; mordió uno de sus brazos y se lo arranco de cuajo, un enorme chorro de sangre broto de la herida y el alarido que se oyó, encogió el corazón de David. Otros Demonios descendieron del cielo y se unieron al festín, cada uno mordía y arrancaba pedazos de carne del cuerpo de Nelson. Su grito desesperado se corto de raíz cuando uno de ellos mordió con fuerza su garganta hasta que la cabeza se ladeo en un ángulo imposible, el Demonio tiro con fuerza hacia atrás y se la llevo entre sus fauces.
-¡RUEGA POR NOSOTROS!- Dijo con una voz de ultratumba mientras escupía sangre. Después lanzo la cabeza de Nelson contra David. Este se aparto en el último instante y la cabeza cayo hacia la tumba donde el Africano gemía aun, presa de las dos niñas demoníacas.
-¡NAH, NAH, NAH, NAH, NAAAAAAAAAAAAH!- Las criaturas entonaron una suave canción cuando la cabeza choco contra el suelo de la tumba, después siguieron rasgando el cuerpo maltrecho del muchacho.
David no pensó ni decidió, simplemente echo a correr todo lo que sus piernas podían.
Dejo atrás varias tumbas de cuyo interior salían terroríficos llantos procedentes de las bocas inocentes de niños pequeños, y se dirigió hacia un muro derruido que había mas adelante. Mientras se acercaba, pudo ver varias cruces con hombres allí crucificados y de cuyos vientres colgaban sus entrañas. Agachados en el suelo, numerosos niños pequeños comían con avidez mientras reían y lo miraban con aquellos ojos oscuros de maldad. En un recodo del camino, una procesión de encapuchados clavaban lanzas con saña dentro de un ataúd que había en el suelo, la sangre salpicaba sus túnicas cada vez que las lanzas bajaban y subían. Los encapuchados entonaban cánticos mientras realizaban su macabra tarea, junto a las letanías, se oía un sonido ahogado procedente del interior del ataúd.
Se oían alaridos inhumanos procedentes de otros Demonios grotescos cuyas vergas se introducían con fuerza entre las piernas de mujeres que habían sido atadas con cadenas en altares creados con enormes piedras colocadas unas encima de otras. Con cada embestida, los Demonios hacían sangrar a sus victimas y la sangre resbalaba por las piedras hacia el suelo. Las mujeres no podían gritar ya que sus bocas habían sido cosidas junto a sus ojos, algunas de ellas parecían estar muertas, otras se revolvían sin cesar tratando de huir de alguna manera, sin embargo cualquier esfuerzo era inútil.
Con todo su ser presa del pánico, David intentó apartarse de aquellas visiones mientras buscaba desesperadamente un lugar hacia donde huir.
-¡¿SOY BONITA?!- Era una silueta femenina la que había hablado, salio de la nada, arrastrándose. Comenzó a acercarse reptando hacia David mientras una ligera risa brotaba de su interior, su largo pelo negro resaltaba con el color blanco de su desaliñado camisón. Cuando se acerco lo suficiente, David vió dos cuencas vacías donde debería de haber dos ojos y una boca que había sido cortada en sus extremos, lo que hacia que su rostro fuera una mascara de terror. David gritó mientras trataba de huir de aquella pesadilla, lamentablemente no pudo dar mas de un par de pasos antes de que dos manos surgidas de la tierra agarraran sus pies y le hicieran caer de bruces.
-¡¿SOY BONITA?!- Aquel ser subía por su espalda ahora, sentía como sus uñas se clavaban en la carne. Oyó una risotada y su cuerpo se elevó del suelo cayendo boca arriba. Antes de ver la cara de aquel ser infernal, pudo distinguir la luna entre las nubes, una luna cuyo color era del rojo de la sangre. Después todo fue oscuridad.

-¿Y no se llevaron nada?- El oficial de policía Ramón Pérez miraba a su alrededor, la denuncia había sido puesta por uno de los vecinos que decía haber visto entrar a tres individuos en la tienda del anticuario la noche anterior. Cuando llegaron, todo estaba en calma, no había signos de violencia así que si habían entrado, había sido de forma limpia, sin dejar rastro alguno.
Tras comprobar que no había nadie allí, se fueron. En ese barrio eran muy frecuentes las falsas alarmas. La gente estaba harta de los constantes robos y a la mínima sospecha llamaban a la policía. Aun así, el decidió volver al día siguiente para comprobar que todo estaba en orden, pudo ver que no era así.
-No señor, solamente me han estropeado la cerradura del almacén.- El viejo le enseño al oficial los destrozos. –Supongo que tendré que poner una denuncia.-
-Es extraño, más aún viendo ese cuadro de ahí y como lo tiene de protegido. No me creo que hayan entrado y ni si quiera intentasen llevárselo.
-Ese cuadro y su jaula ya estaban ahí cuando compre este local. Jamás me he atrevido a acercarme más allá de la protección que ofrecen sus barrotes. Verá, ese cuadro no es por asomo el más valioso, sin embargo sí es el más curioso de todos. Tras sus pinceladas hay una leyenda un tanto macabra que pude descubrir gracias a una serie de pergaminos que poseía el anterior dueño.- Ambos se acercaron a los barrotes.- El cuadro fue pintado por un hombre que, en su locura, visiono el purgatorio. Lo que allí reflejo fue lo que pasaría si Dios perdiese la Fe en un hombre que muere tras una vida de pecado, las criaturas infernales estarían libres para hacer lo que quisieran sin las ataduras del……. llamémoslo “Pacto” entre el Cielo y el Infierno. Si el hombre no recibe el perdón de Dios, esta condenado a vagar por un cementerio, lleno de criaturas infernales, para toda la eternidad.
Como podrá suponer, el artista había llevado una vida de pecado y creyó que así se redimiría de sus actos, por ello puso toda su Fe en la realización del cuadro.

Mientras el anciano le explicaba la historia, Ramón miraba fascinado la obra de arte. La verdad, el hombre sabía vender, de eso no había duda, cualquier coleccionista de lo oculto le daría lo que fuera tras haber escuchado una historia semejante. Ciertamente el óleo representaba el Purgatorio. Un cementerio con una luna roja que se elevaba en el cielo, diversos Demonios de formas grotescas que atormentaban a tres hombres, dos de ellos parecían mas jóvenes. Uno era un chico de color que estaba dentro de una tumba donde dos niñas de aspecto terrorífico le desgarraban las piernas mientras su rostro era una eterna mueca de dolor. Mas apartado, había un hombre de mediana edad cuyos miembros eran cercenados por una especie de Valkirias infernales, la expresión de su rostro hacia erizarse el vello de la nuca. Por último, otro joven que estaba en el suelo, tenia su mirada perdida en el infinito mientras era devorado por una mujer que se aferraba a él en un abrazo de agonía perpetua.
-Ese cuadro está vivo.- El viejo susurro mientras miraba el óleo. – Las criaturas allí representadas son los Ángeles caídos que castigan a los pecadores al sufrimiento eterno. Estos barrotes no son para proteger al cuadro de la gente.- El anciano se volvió hacia el oficial de policía. – Son para proteger a la gente del cuadro.

By Xavi

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